domingo, 30 de junio de 2013

Expansión Europea


viernes, 7 de junio de 2013

El 7 de junio.

El día de hoy conmemoramos un año más de la batalla de Arica que tuvo lugar en el contexto de la guerra del Pacífico, el 7 de junio de 1880. Las acciones se habían concentrado entonces en el sur, el mar y prácticamente la totalidad de la provincia salitrera de Tarapacá se encontraban ya bajo el dominio de las fuerzas chilenas. El pequeño reducto de Arica al mando de Bolognesi, aislado del resto del país y conformado por poco más de 1 600 soldados, era el último obstáculo para la consolidación de la ocupación chilena en Tarapacá. Tras el constante bombardeo del puerto de Arica, la toma de la ciudad era inminente y  solo cuestión de tiempo, pues era evidente que los recursos y hombres no podrían resistir el embate de las fuerzas enemigas. Consciente de esta situación, Bolognesi pidió el apoyo del II Ejército del Sur al mando de Segundo Leiva, quien se había retirado a Arequipa con 5 mil soldados. Los telegramas del jefe del cuartel de Arica dirigidos a Leiva son numerosos y elocuentes, en una carta fechada el 4 de junio de 1880 escribió Bolognesi: 

“Señor General Montero o Coronel Leiva: Este es el octavo propio que conduce, tal vez, las últimas palabras de los que sostienen en Arica el honor nacional. No he recibido hasta hoy comunicación alguna que me indique el lugar en que se encuentra” 

Por supuesto, Leiva jamás contestó, por lo que a pesar del tiempo transcurrido, no ha de extrañar que siga resonando en el subconsciente nacional el incasable "Apure Leiva!" de un sempiterno Bolognesi. En Lima ya se tenía conocimiento de la situación que se vivía en las fronteras de la provincia salitrera. Lizardo Montero, a cargo del Ejército del sur, le había escrito meses antes al dictador Piérola advirtiéndole la situación deplorable de las fuerzas a su mando y lo que inevitablemente se avecinaba si no se tomaban acciones al respecto, la carta está fechada el 4 de marzo de 1880 de la que reproducimos este fragmento: 

“Hasta la fecha no he recibido refuerzo de tropas, ni armas, ni dinero para el desmantelado ejército que me obedece; así pues, puramente, con los escasos elementos de que dispongo voy a librar por fin batalla a que el enemigo nos provoca; veremos pues, si la Providencia nos ayuda.”

Arica tuvo que sufrir la incapacidad, indiferencia y falta de comunicación entre los mandos y jefes de las fuerzas del sur, propiciadas en buena parte por viejas rencillas personales y venganzas políticas que caracterizó la dictadura de Piérola. Consciente de ello, Bolognesi escribió en su última carta dirigida a su esposa, fechada el 22 de mayo de 1880, consciente de que iba a morir y que las líneas de su pluma quedarían impresas en los anales de la historia nacional:

“Dios va a decidir éste drama en el que: los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio”. 

El sacrificio de Bolognesi y de todos los caídos en Arica fue un heroísmo innecesario, el costo que tuvo que afrontar la nación para engrosar el listado de mártires fue demasiado elevado. Bolognesi y sus hombres asumieron con hidalguía el triste destino que venía cincelando la clase política peruana desde que asumieron las riendas de la República. Por ello, lejos del culto patriotero y chauvinista que promueven este tipo de “fechas cívicas”, el 7 de junio debe ser para todos los peruanos un día para recordar las consecuencias y perjuicios que trajo consigo en nuestra historia, nuestra poca capacidad para resolver conflictos, conciliar y estar unidos a pesar de nuestras diferencias. Si no aprendemos de esta enseñanza, entonces todo el sacrificio que significó esta infausta guerra habrá sido en vano. 

César Cortez Mosquera