En el valle de Ayacucho, un amplio programa de excavaciones dirigido por Richard McNeish condujo en la década del setenta al descubrimiento de más de 500 yacimientos de todas las épocas. Uno de ellos, la cueva de Pikimachay reveló una secuencia de ocupación que comienza hacia el 13 000 a. C. Para hacer honor a la vedad, queremos precisar que su inventor quiere hacer remontar el inicio de la ocupación humana de la cueva a más de 20 000 años: según él algunas herramientas de piedra tosca asociadas a restos de fauna fósil, comprobarían el paso por la cueva de pequeños grupos de cazadores que abrían acosado en su guarida la caza mayor del Pleistoceno antes de despedazarla y consumirla. No obstante, esta fase es hipotética en muchos aspectos: por una parte, el fechado con C14 no se obtuvo a partir de carbones procedentes de una hoguera, sino de huesos de un animal procedente de la megafauna que habitaba entonces la gruta (La presencia de excrementos lo comprueba), de modo que sus esqueletos podrían encontrarse allí sin que necesariamente los llevara el hombre, e incluso desde mucho antes de la llegada de este. Por otra parte, las “herramientas” que se le atribuyen consisten casi en su mayoría en fragmentos mellados y más o menos informes de toba volcánica, material del que está hecha la propia gruta, de modo que podría tratarse, como piensan numerosos especialistas, de simples pedazos desprendidos de la pared. Por todo ello, la prudencia y el rigor obligan a situar el inicio de la ocupación de Pikimachay hacia el 13 000 a. C., lo que la convierte, a pesar de estas restricciones, en la más antigua encontrada en el Perú.
Tomado de: Daniel Lavalle. La ocupación precerámica de la sierra peruana. 2002. Lima: IFEA
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